Este relato esta inspirado en el chamamé “Bar y Pista” del Poeta Mario Bofill
El domingo a las 20:05 pasó el Chelo por casa en su F-100 roja, cargada de hermanos apilados en la parte de atrás. Tan parecidos entre ellos y con tan poca diferencia de edad, que al principio, hasta a mí se me hacía difícil distinguir entre uno y otro. Sentada adelante, oronda, ocupando el lugar de hermana mayor, la Aurelia y muy sonriente a su lado José.
Subí a la camioneta y partimos a Colonia Libertad, riéndonos de mamá que no terminaba más de darnos recomendaciones.
_ ¡Ojo con las vacas en el camino!_ ¡ Que no se les vaya a cruzar una!
Como el camino era de ripio , teníamos que ir despacio. Si no, corríamos el riesgo de perder a uno de los gurises o efectivamente, como decía mamá, atropellar a alguna vaca suelta.
Llegamos sanos y salvos, pero con tierra hasta por las orejas. Antes de entrar al baile, el Chelo dio la orden de que a las seis nos encontremos todos en la F-100.
Nos sentamos en una mesita para cuatro. Los hermanos más chicos no contaban. Viendo que José no aparecía, la Aurelia salió a bailar con un tal Felipe Suárez.
Bailaron toda la noche. Resulta que Felipe hacía tiempo que la venía pretendiendo, pero como ella siempre estaba con José, él no tenía oportunidad de acercarse. Aprovechando que estaba sola, le propuso que fueran novios. Pero ella ni lo escuchaba y no dejaba de preguntarse _¿dónde se habrá metido el José?. En eso, el locutor anunció que había un muchachito en el baño que no había pagado la entrada, y que si no salía, se le iba a ir a cobrar en el mismo lugar.[1]
_ Seguro que ese es él José, pensó la Aurelia. _ ¡Qué vergüenza!, _ ¿Cómo no me avisó que no tenía plata para la entrada?, yo misma se la hubiese pagado._ ¡ qué va a decir la gente de la colonia!
Alrededor de las seis, los músicos, cansados, en un nuevo intento por despedirse anunciaron por enésima vez que “éste”sería el último chamamé; y así empezaron a tocar una vez más “Bar y Pista”, el más solicitado.
Salimos esquivando cuerpos; los hermanos fueron apareciendo uno a uno hasta que se completó la docena. Estábamos todos, sólo faltaba José.-
_ ¿Dónde se metió el José ?, preguntó el Chelo entre desconcertado y enojado. Él tampoco lo había visto en toda la noche, pero con el entusiasmo del baile se le olvidó por completo el novio de su hermana.
_ ¿ No será que es el que está escondido en el baño?, dijo Fulón, uno de los más rubiecitos de los hermanos Mandieta.
Cuando fueron a ver, encontraron a José en el baño. Pero no escondido para no pagar la entrada, ese, sería otro muchachito.¡José estaba atado de pies y manos a una silla, con un pañuelo en la boca para que no gritara!
Lo desataron y después que recuperó el aliento, contó que escuchó que eran los compinches de un tal Felipe.
Si no fuese por la novia, los hermanos le hubieran dado una buena paliza a ese Felipe, pues a pesar de que al principio, le tenían desconfianza, le habían tomado cariño al José.-
Subimos a la camioneta y cuando me quise acordar, ya habíamos pasado los 30 Km. de ripio y estábamos llegando a Monte Caseros. Me quise morir cuando vi. que eran las nueve de la mañana. Mamá seguramente me estaría esperando furiosa en la vereda. Así que tuve que inventar una historia para contarle, para que no me retara, pero eso, es otro cuento.-
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