Una vez sentada en la barcaza que la cruzaría desde la isla de Itaparica hasta Salvador de Bahía, Ana sintió que por fin encontraría a su amigo Kevin Viti. Como habían quedado, veinte años atrás, él la esperaría el martes en el Pelourinho.
Zunny y Denis no podían dejar de enternecerse con los relatos que Ana hacía acerca de los momentos vividos con Kevin, aunque a veces dudaban de su existencia.
El viaje hasta Salvador duró alrededor de cuarenta minutos. Había mucho viento y eso hacía que la barcaza se moviera de un lado al otro. Zunny y Ana se miraban temerosas y no sacaban los ojos de encima de los salvavidas firmemente amarrados al techo. Si el barco se hundiera, sería imposible soltarlos, y seguramente se ahogarían todos. Denis se divertía con el zarandeo y, al contrario de sus amigas, se reía a carcajadas.
Por suerte la barcaza llegó ilesa al otro lado, y los amigos descendieron aliviados.
Cruzaron por el Mercado Modelo y subieron en un santiamén a la ciudad vieja, trasportados a través de un gigantesco ascensor de acero. Al descender fueron abordados por algunos nativos, que se ofrecían como guías turísticos. Gingerale se presentó como hechicera, dijo que ella era la única que conocía la magia y los secretos del lugar y, enseguida se ganó el puesto de guía.
Gingerale les contó la historia del Pelourinho, desde la llegada de los primeros colonizadores hasta el presente. Les mostró las callecitas empedradas, las casas históricas, las tienditas multicolores. En todas las esquinas había pequeños grupos de capoeira. Denis quería imitar la danza y Gineregale le enseñó algunos pasitos básicos. Luego de varias horas y después de visitar la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario de los Negros, la guía dio por finalizado su trabajo. Se despidió y dijo, que sobre la tardecita deberían buscar un buen lugar para ver el espectáculo que el grupo Olodum presentaría en Plaza Teresa Batista.
_¿ Qué es el grupo Olodum?, preguntó Zunny
_Olodum e algo especial, e mágico. Traz a magia que voces estais procurando, dijo Gingerale y se perdió entre los turistas…
Denis y Zunny se tentaron de risa. Durante todo el recorrido, Gingerale había hablado sobre la magia del lugar, aunque no daba demasiados detalles. Ellos pensaban que lo hacía por marketing, para recibir más propina, por lo que nunca tomaron en serio esos comentarios. En cambio Ana la escuchaba con atención, como buscando alguna señal que la llevara a encontrar a su amigo.
Alrededor de las dieciocho, después de comprar recuerdos y sacar fotos, se sentaron en la vereda de la plaza esperando el espectáculo “mágico“ que había prometido la guía. El lugar se fue llenando de turistas de todas partes del mundo: alemanes, franceses japoneses; todos expectantes de conocer al famoso grupo.
Cuando menos lo esperaban, vieron aparecer a un numeroso grupo de negros con tambores pintados a mano con los colores de África: rojo, dorado, verde y negro. Tocaban una samba-reggae (una mezcla de samba de Bahía con el reggae de Jamaica)
La música invitó a todos a bailar, la gente entró en trance. La mayoría sin haber escuchado nunca antes ese ritmo, comenzó a moverse al compás. Denis bailaba alocadamente con una española; Zunny movía su cuerpo imitando a un bahiano sonriente y descalzo, que vestía un pareo a la cintura como único atuendo. Ana fue arrastrada entre la multitud por un grupo de japoneses que no dejaba de filmar. El cielo estaba estrellado, hacía calor, los cuerpos se movían, seducían. Apareció la magia. Ana bailaba y se reía…se reía como nunca. En un momento, le pareció ver a Gingerale que la miraba y le hacía señas, como que intentaba decirle algo. Quiso acercarse pero era imposible atravesar la multitud; luego se dejó llevar por la música y el ritmo de los tambores, al tiempo que la imagen de Gingerale se iba desvaneciendo.
La fiesta terminó casi de día, la gente se fue desconcentrando. Ana permaneció con los japoneses, tratando de explicarles, en su básico inglés, que había perdido a sus amigos y que no tenía dinero para regresar a la Isla en la que se encontraba su hotel. Gentilmente, uno de ellos le dio dinero. Luego se despidieron deseándose buena vida e intercambiaron datos personales, como es costumbre en esos casos.
En el vuelo de regreso a Buenos Aires, Denis y Zunny percibieron la tristeza de Ana, pero se limitaron a acompañarla en su silencio.
Cuando Ana llegó a su casa, luego de dejar sus cosas encendió su computadora y se encontró con ciento veinte mails en la bandeja de entrada. Abrió primero el de Taka Yama, el japonés que tan amablemente le había prestado dinero; en el asunto decía: Muito obrigado por uma noite mágica.
Ana no pudo contener las lágrimas al verse en un video bailando y divirtiéndose junto a Kevin. Él estuvo ahí, como habían quedado, esa noche de Martes en el Pelourinho.
Anilina..para llegar acá me tuve ue tomar dos bondis y hacer dos combinaciones de subte..
ResponderEliminarEncima..creo que esto ya lo leí..
jajaja...me tenés desorienta!!!!
Abrazo.-
Humorup
Humo jajajaj! Un besooo!
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