Un día entra una personita que hace mover las estanterías de toda la tienda de regalos especiales y tropieza con una de las mesas azules del pasillo principal. Sobre la mesa estaban los “famosos libros que hablaban en portugués”, que al caerse, comenzaron a quejarse porque se revolcaron por todos lados. Uno fue
a parar debajo de una almohada que hacía soñar, así que se quedó
instantáneamente dormido y por suerte dejó de gritar. Otro cayó sobre la
alfombra que volaba y sin darse cuenta despegó de golpe y empezo a gritar_ Com licença…¡cuidado com os meninos! Com licença…¡ cuidado com os meninos! Con
permiso,¡ cuidado con los niños-, Nadie entendía lo que decía, pero
tanto los regalos como las personas que estaban en ese momento en la
tienda, empezaron a correr por instinto de un lado a otro tratando de
esquivarlo. Aunque fue inevitalble, “ el libro volador “ atropelló a
cuanto regalo se le cruzó por el camino. Tiró al pasar todos los
recipientes que estaban en los estantes. Los recipientes contenían
líquidos de colores que se convertían en cosas
de acuerdo a los tonos. Los verdes se transformaban en ranitas, otros
en hojitas. Los amarillos en canarios, algunos en soles. Los azules en
estrellas. Los violetas en violetas. Los rojos en labios que besaban.
Los marrones en mariposas. Todos gritaban alborotados.
Ana Laura estaba embalando pedidos en el depósito de atrás y
al escuchar tantos gritos y alboroto salió corriendo al salón. Cuando
llegó no daba crédito a lo que veía. La tienda se había transformado en
un zoológico. Inmediatamente dio órdenes a sus asistentes para que
cerraran las puertas y ventanas, porque no podía dejar escapar a
ninguno de sus regalos. Cada regalo era especial y ella entregaba un
certificado de garantía y un contrato bajo el cual el dueño se
responsabilizaba de obsequiar el regalo “sólo a una persona que amaba”,
porque de otra manera no funcionaba y si se escapase alguno fuera de la tienda, podría caer en manos equivocadas.
El reloj de sonrisas se activó y empezó a contar las carcajadas de una niña, que no paraba de gritar y saltar .
Ana Laura no entendía lo que había sucedido. Hasta que una de sus asistentes le dijo que esa niña que gritaba y reía,
se llamaba Idebén. Era la hija de un zapatero italiano que vivía a unas
cuadras, y que había sido ella quién provocó el caos al atropellar la
mesa de libros. Pero que no la culpara, porque era no vidente.
Ana Laura no se conmovió, estaba muy enojada, porque la tienda había quedado hecho un desastre y tenía muchos pedidos que preparar, mucha gente esperaba los regalos y no
tenía tiempo de distraerse con una niña maleducada que había causado un
tornado en su tienda y a la que sólo se le ocurría reír y gritar.
La tomó de un brazo y la llevó hasta la zapatería de su padre de un solo envión.
Cuando
llegó, se encontró con un señor de mirada triste y una sonrisa gentil.
Pero Ana Laura no salía de su enojo y le contó el desastre que había
causado Idebén en su tienda.
El
hombre avergonzado, le ofreció un par de zapatos como disculpa. Ana
Laura los aceptó a regañadientes y se fue caminando con los zapatos en
la mano y una mueca en la cara.
Cuando
regresó, las asistentes ya estaban en la tarea de re organizar la
tienda. Acanzaron al libro portugués y lo bajaron de la alfombra. A
las mariposas y ranitas las dejaron en el jardín de atrás, a los
canarios los liberaron, y a las violetas las plantaron junto a los
gladiolos. A las estrellitas las guardaron en sus cajas de noche. A los
labios que besaban tuvieron que meterlos en una bolsa porque no paraban
de besar a todos los regalos y de dejar sus marcas rojas.
Hubo que limpiar libro por libro, mesa por mesa, silla por silla, porque todo, todo, tenía la marca de los besos.
Una vez que terminaron de limpiar, dejar todo en su lugar y embalar los pedidos atrasados, partieron a descansar.
Ana Laura tomó una de sus almohadas mágicas y la
puso en su bolso porque la iba a necesitar esa noche. Cuando salió de
la tienda, y aseguró las puertas, se encontró con que Ideben la estaba
esperando afuera.
_ ¿Otra vez por acá?, dijo Ana Laura, entre sorprendida y enojada. No son horas para que estés por la calle, ya son casi las nueve; deberías estar en casa con tu padre.
_ ¿Me perdonas?, dijo casi en un susurro, Idebén .
Ana Laura pensó que si le decía que no, no se liberaría de ella.Y no podía permitir que Idebén la molestase de nuevo.
_ Sí, te perdono, pero no vuelvas por acá. Quédate con tu padre que necesita que lo ayudes en la zapatería.
Ideben asintió con la cabeza, tomó su bastón y se volvió a su casa.
Cuando Ana Laura se acostó sobre la almohada, se quedó dormida instantaneamente.
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Ana Laura….Ana Laura… se escuchaba desde muy lejos…Ana Laura, Ana Laura…
Ana
Laura dio un brinco en la cama y fue a espiar por la ventana…no veía a
nadie pero seguía escuchando los gritos que cada vez se oían más cerca: ¡
Ana Lauraaaa! ¡Ana Lauraaaa!
Hasta que de pronto se abrieron todas las puertas de la casa, las ventanas comenzaron a golpear con fuerza.
_ ¿Quién eres ?, preguntó Ana Laura…
_ Soy el viento…
_ ¿El viento ? ¿Qué quieres?
_ Vine a buscarte, quiero que vengas conmigo, quiero mostrarte algo.
Ana Laura, tomó sus manos y se aferró fuerte, empezaron a volar y a agitarse de un lado a otro.
_ Mira…mira…gritaba el viento.
_
No veo nada decía Ana Laura. No veo…. Como quieres que vea si es de
noche y te agitas mucho, no logro ver nada sólo siento el aire frío en
la cara, escucho tu silbido y me muevo como un torbellino.
El viento llevó de paseo a Ana Laura por un buen rato hasta que percibió que su corazón se empezó a aflojar. Y se dio cuenta de que Ana Laura se había arrepentido de mentir a Ideben sólo para que no volviera a molestarla.
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Cuando
Ana Laura despertó, se alivió al verse en su cama. Todo había sido un
sueño, provocado por su almohada mágica que estaba muy enojada con ella
por la actitud que había tenido. Se calzó los zapatos nuevos y lo
primero que hizo fue ir a la zapatería. Se encontró de nuevo con los
ojos tristes del zapatero y le dijo que quería invitar a Ideben a que
fuese a elegir un regalo.
El zapatero le agradeció, pero le dijo que Ideben no podía ver los regalos, que no tenía sentido que fuera a la tienda, además ella podría tropezar de nuevo y volver a provocar otro desastre.
Ana
Laura pegó la vuelta y en el camino pensó que había una sola cosa que
podía ayudar a Ideben. El corazón que estaba en la pared principal de la
tienda era lo único que no estaba en venta, pero quien lo recibiera alguna vez podría cumplir todos, absolutamente todos sus sueños.
Volvió en busca de Ideben, esta vez lo convenció a su padre de que no había nada por qué temer, y la llevó hasta la tienda.
Cuando
entraron, Ana Laura e Ideben se quedaron anonadadas. Las estrellitas
giraban a su alrededor, las ranitas y canarios empezaron a cantar, las violetas habían invitado a los gladiolos a bailar, los libros también bailaban con las mesitas y el corazón de la pared principal, comenzó a brillar tanto que iluminó toda la tienda, luego iluminó toda la cuadra y hasta iluminó toda la ciudad.
Ideben
no podía ver, pero su corazón podía sentir una inmensa felicidad. Ana
Laura pudo escuchar a su amigo, el viento, soplarle al oído un secreto.
Miró a Ideben y al ver su rostro ilumindado de felicidiad, se sintió
plena y feliz también ella y así comenzó entre las dos una emocionante y
sincera amistad.
Bar Ross Café- Rosario- Argentina
Anila Rin / @anilarin
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