Dos o tres veces a la semana, salgo a caminar por el Parque Urquiza, ubicado a una cuadra de mi casa de Rosario. Por la mañana el paisaje es muy tranquilo: somos pocos los que caminamos y por eso nos reconocemos. En el primer cruce, nos saludamos con un ¡ holaaa ! así medio largo pero no muy entusiasta, aunque igualmente esbozamos una leve sonrisa. En las vueltas siguientes simulamos no vernos, aunque claramente nos vemos aparecer en cada giro. Para la cuarta o quinta vuelta, nos da cierto apuro, así que nos miramos y emitimos otra sonrisa, que no llega a ser sonrisa, sería algo así como estirar los labios apretados.
Cuando salgo a la tardecita, la cosa cambia. El parque se llena de “desconocidos”. Gente que viene de otros barrios, o que sólo puede salir a esa hora.
Una de esas tardes, después de mis cinco vueltas, me senté en un banco a observar y me di cuenta que hay muchos tipos de caminantes.
Están los deportistas, que caminan con estilo y llevan atuendo acorde a su porte. Ellos son “los dueños de la caminata”. Caminan conscientemente calculando la energía que gastan en cada vuelta. Saben lo que hacen, se les nota en el semblante.
Después están los excedidos de peso: caminan rápido y frunciendo el seño. Se nota que sufren con la actividad física, pero saben que si no lo hacen, no van a bajar esos kilos acumulados en tantos años. Por cierto queman unas cuantas calorías durante la tarde, pero salta a la vista que al llegar a sus casas, muy pronto las recuperan.
Están los que van apurados con el celular en la mano. Esos… me ponen un poco nerviosa porque caminan rápido, casi al trote, tratando de terminar lo antes posible con “ese trámite”. Seguramente se trata de personas obsesivas y ansiosas. No las quisiera tener de jefes.
Imposible no darse cuenta quienes son los infartados: generalmente van acompañados por su conyugue. Visten ropa nueva, están un poquito excedidos de peso y caminan con ritmo regular, sin alteraciones. Eso… lo de las alteraciones digo, fueron antes del infarto.
Las señoras coquetas van en grupo, lucen siempre un conjunto deportivo nuevo y a la moda. Van cotorreando todo el camino, el tiempo se les pasa volando, Al final ni se enteran del resultado de la actividad física, pero “se enteran de otras cosas”.
Los muy cool. Ah! esos van con sus conjuntos llamativos de marcas carísimas. Llevan auriculares ochentosos ( último grito de la moda). Caminan como si lo hicieran por una pasarela. Me da la impresión que esperan que los aplauda, pero nunca les di el gusto.
Los señores muy mayores vestidos como jóvenes. Esos son muy graciosos. Bronceados invierno y verano. Casi siempre visten la marca de la pipa de pie a cabeza y algunos portan una dudosa cabellera .
Las señoras mayores un poco achacadas caminan cargando sus dolores de artrosis que lo expresan con las muecas repentinas al dar un mal paso. Van con un atuendo cómodo pero muy pasado de moda. Seguramente ya no les importe.
Llamo “los cochecitos”, a las madres o padres que caminan paseando a su hijo. Se trata de gente muy pragmática y eficiente, pueden hacer más de una cosa a la vez. Los admiro!
Y por último están las hippies. Visten pantalones Bali, musculosas muy escotadas y ojotas, algo incómodas para caminar. Probablemente terminan llenas de ampollas.
Así es la gente que va a caminar a mi parque. Vayan y miren, van a ver que están todos y la que esta sentada en un banco mirando, soy yo.
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